Muchas
veces he escuchado al escultor Jorge Oteyza hablar con admiración
y con fuerza de la figura del P. Pablo Lete. Preocupado, a su
vuelta de Cuba, por la imagen pobre y rancia del Santuario, se
lanza a la aventura de su completa renovación en conexión
con las Vanguardias Artísticas de la segunda mitad del
siglo XX. Arantzazu se convierte desde la década de los
50 en punto de atracción y en foco de renovación
de la religiosidad popular vasca. Arte y religión, tradición
y vanguardia van a procurar coexistir en un intento de fecundación
y plasmación de auténticas obras de arte válidas
para el hombre vasco moderno del siglo XX. Arantzazu se convierte
así, por derecho propio, en símbolo de modernidad
y de vanguardia de todo un pueblo. Pero ¿ fue el intento histórico
válido y resiste todavía hoy una crítica
histórica desapasionada?. ¿ Siguen existiendo hoy en día
las mismas tensiones y contradicciones que se produjeron en el
momento de su creación y de su apertura?.
Lo cierto es
que el recién nombrado Provincial de Cantabria, P. Lete,
hombre de dotes de gobierno y con una clara perspectiva de futuro,
empujó a sus frailes en el año 1949 a una fuerte
campaña de renovación y de reinserción del
Santuario en su pueblo y en las nuevas vanguardias culturales.
Se trataba de incorporar a todos los sectores de la población
vasca, especialmente al pueblo llano. Se trataba de conectar con
las vanguardias artísticas culturales del país,
para ofertar modelos válidos de comportamiento religioso
desde dentro de la misma práctica artística. El
intento, cuanto menos hay que reconocerlo, fue duro, profundo,
recio. Hoy, con una perspectiva de medio siglo, creemos que la
propuesta se mantiene viva, sobria y abierta casi como en el momento
de su creación y plasmación.
La cuestación
popular fue amplia y sonada. Los religiosos pidieron ayuda de
pueblo en pueblo y de casa en casa. Gentes sencillas y hombres
de empresa, artistas y religiosos, parroquias y ayuntamientos
se vieron involucrados en una empresa de cierta envergadura y
resonancia. Pronto comenzaron los "pros" y los "contras"
en torno al proyecto, pero éste había iniciado ya
un proceso irreversible en el espacio y el tiempo.

Así
surgió primero la arquitectura tras la convocatoria de
un Concurso Nacional para hacer de Arantzazu, al decir de Oteyza,
"la capital religiosa y de cultura popular de nuestro país".
Los arquitectos ganadores Luis Laorga y Javier Sáenz de
Oiza levantarán un templo robusto y agreste, de líneas
nada femeninas y académicas, y con una torre campanil de
piedra en punta, símbolo del espino. Los arquitectos proyectan
una basílica con planta de cruz latina de cortos brazos
y gran ábside, en la que se remarca y se diseña
un amplio espacio central, unitario y acogedor para la gran masa
de fieles y peregrinos. Una luz tenue y opalina penetra por las
ventanas lucernarios abiertas en la parte alta de la nave central
y una luz azulverdegrisácea baña el espacio de celebración
litúrgico desde unas maravillosas vidrieras ubicadas en
los muros de la nave transversal. El ojo sobrio y potente del
arquitecto Sáenz de Oiza da ciertamente en la diana. En
dicho empeño le ayudarán también un magnífico
plantel de escultores, herreros, vidrieros y pintores que trabajarán
en equipo y con verdaderas ganas.

Jorge de Oteyza
realizará su potente Apostolado y su Piedad sobre el frente
y la entrada a la Basílica. Eduardo Chillida ejecutará
sus sobrias Puertas de acceso en planchas de hierro. Xabier Eulate
construirá esas mágicas vidrieras que lo envuelven
todo de azules perlinos. Lucio Muñoz tallará y pintará
ese espléndido retablo expresivo conectado con el entorno
bronco y fuerte paisajístico. Más tarde vendrá
a completar el ciclo las pinturas murales de Néstor Basterretxea
ubicadas en la cripta , las de Xabier Egaña en el Camarín
de la Vírgen y las de Xabier Eulate en la Capilla Penitencial.
Todo un conjunto y una suma de aciertos y concatenaciones artístico-religiosas
que han hecho de Arantzazu un hito cultural y religioso del País
Vasco y de Europa. Tradición y modernidad se suman en muchas
de las propuestas artísticas en este paraje único
y espléndido de Euskal Herria. La figura de la Madre y
el Hijo siguen bendiciendo al montañero, turista o peregrino
desde ese alto Santuario colgado como un nido de águilas
en medio de ese paisaje de embrujo. Edorta Kortadi
Olano, historiador del Arte y museólogo. Universidad de Deusto Fotografías: De la colección
de la Diputación Foral de Gipuzkoa Bertan-3 "Arantzazu
tradizioa eta abangoardia". Edorta Kortadi. Fotos: Antton Elizegi
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